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sábado, 16 de enero de 2016

TODOS

Todos me hablaban, pero unos desde sus atalayas y otros desde su ego. Tú me hablaste desde el cariño. Por eso me rompí. Porque entonces me pusiste un espejo delante y fui capaz de verme, de ver lo que estaba haciendo. No estaba defendiendo nada, sólo estaba creando un ambiente enrarecido (sin quererlo, por supuesto), y me encontraba en un callejón sin salida desde el que no sabía hacia dónde moverme. Un callejón doblemente emocional, porque mis emociones dominan a mis pensamientos y me impiden expresarlos, y porque son ellas las que me guían, y no saben hacerlo.







 

Me di cuenta de que no sólo hace falta no juzgar, sino ser capaz de ver más allá de las palabras. Algo que a mí se me da muy mal, pero que cuando me hablan con cariño, y al mismo tiempo, sin una gota de lástima, de pronto escucho, veo y entiendo lo que hasta entonces no podía. Tal vez por eso, algunas personas se sienten más comprendidas por animales que por otras personas, porque los animales no pueden ni juzgar comportamientos, ni entender las palabras. Y por eso, a veces, llegan más lejos que las personas.


Deirdre